Hace cien años, algunos arquitectos comenzaron a denunciar la irreparable pérdida de patrimonio arquitectónico y urbanístico, cuando ésta solo había comenzado. Frente al rigor y honestidad con que por parte de estas personas se abordaba el debate urbanístico, una insoportable superficialidad preside hoy gran parte de las polémicas que se suscitan en torno a este tema.